jueves, 2 de septiembre de 2010

LLEVARSE EL VINO QUE HA SOBRADO.

Me preguntaba ayer un amigo sobre esto. Hasta ahora, parece que la buena educación obligaba a dejarlo en la mesa del restaurante, porque lo contrario era hacer ostentación de cutrez. Tradicionalmente, a veces esa llamada buena educación ha estado indisolublemente unida a una personalidad panoli: Si eres bien educado, nunca protestas de nada haciendo gala de una infinita impasibilidad.

El caso es que mi amigo, tras pagar la cuenta, pidió la botella (un gran reserva de 48 €) en la que quedaba más de la mitad de líquido (era la tercera que se pedía). Y el maître, mirándole con perplejidad y desdén, le dijo "no es costumbre en esta casa dar las sobras a los clientes" (¿?) cuando en realidad quería decir "es usted un cutrepocapenasmiserable". A lo que mi amigo contestó "pues en la mía es costumbre quedarse con lo que se paga", cuando en realidad quería decir "imbécil". Se le dió la botella, sin envolver ni proteger, que nos bebimos para cenar, en su casa, mientras me preguntaba qué decía el protocolo sobre quién tenía razón.

Naturalmente damos por hecho que hablamos de un vino de alta calidad, y de un precio elevado. Si te cobran la botella, es de tu propiedad. Un buen vino merece ser bebido, y en caso de que no nos lo llevemos, seguramente pasará a engrosar la comida del personal del restaurante.

Lo que sí se ha de hacer es solicitarlo con discreción al maitre o al camarero que ha servido la mesa. Lo habitual en estos casos es que el restaurante entregue la botella en una bolsa de papel oscura especialmente diseñada para las botellas.

Por supuesto, hay que valorar cuánta cantidad de caldo queda en la botella para que merezca la pena hacer esta petición. No la haremos si es inferior a un tercio; porque entonces sí que pareceremos un pelín cutres.

Qué tendrá que ver la buena educación con ser tonto.

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