viernes, 15 de octubre de 2010

EL MÓVIL, LA CITA, Y YO.


El móvil se ha convertido en una prolongación de nuestra persona. Está tanto tiempo con nosotros, nos facilita tanto la vida y está tan integrado en la cotidianeidad, que asumimos de forma inconsciente que forma parte de nosotros.


No es así. El móvil no es más que un instrumento que nos facilita la comunicación a distancia. Cuando nos suena en momentos delicados, y vemos que realmente la llamada es importante para nosotros, tenemos dos opciones: si sabemos que la persona que llama entenderá una frase como “disculpa, entro en una reunión y no puedo atenderte ahora, te llamo al acabar”, descolgaremos y seremos así de educados y escuetos. Si intuimos que la persona no lo va a entender, o insistirá en conversar obviando nuestra respuesta, es mejor no cogerlo y silenciar el aparato. Más tarde, cuando ya estemos libres, le llamaremos pidiendo disculpas por no haberle atendido. El buzón de voz es una muy buena opción para grabar una frase explicativa (“Estoy ocupado, siento no poder atenderte ahora. Te llamaré en cuanto me sea posible”) y al mismo tiempo posibilita que quien intenta comunicarse con nosotros pueda dejar su mensaje.


No hay nada peor que encontrarse con alguien por la calle, querer saludar y tener que pararse como un pasmarote en mitad de la acera esperando pacientemente que el otro termine su conversación mientras nos hace gestos absurdos.


Pero también es verdad que es incómodo estar hablando por el móvil y de repente encontrarnos con alguien a quien deseamos saludar. Siempre debemos priorizar a quien está en persona. 

El timbre deberá ser los más discreto posible, fuera de los politonos, tonos, etc. Su volumen, estará silenciado siempre que sea posible, utilizando la vibración y en su caso, a una intensidad que no llame la atención.


No deberá sonar, como norma general, en lugares cerrados, y especialmente en aquellos en los que se esté celebrando algo (cine, reunión, charla, funeral, misa, etc.) o aquellos que forzosamente tengamos que compartir (salas de espera, autobuses, avión). Y por supuesto, seremos absolutamente discretos si no nos queda más remedio que hablar, atendiendo al tema de conversación y al volumen de nuestra voz. Hace poco me relataba un alumno su perplejidad al escuchar perfectamente en el autobús a una señora que contaba a su amiga una infidelidad, y no sólo lo escuchaba él, sino todo el público...


Intentaremos evitar esos paseos de león enjaulado mientras hablamos. El móvil es el aparato, no significa que nos imprima movimientos epilépticos a nosotros.


Tendremos también en cuenta el volumen que aplicaremos a la llamada entrante, para evitar que los que están a nuestro alrededor, escuchen casi mejor que nosotros qué nos está diciendo la persona que nos llamó.


Y para terminar, un apunte sobre los manos libres. Su uso nos obliga a levantar el tono de voz. Pensemos en la imagen que trasladamos a quien nos ve hablar solos y gesticular mientras andamos por la calle.

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