domingo, 6 de marzo de 2011

CÓMO SENTAR AL ASESINO EN LA MESA. NORMAS DE PROTOCOLO DE LEONARDO DI SER PIERO DA VINCI.


El Codex Romanoff es propiedad de una reservada familia italiana. Se trata de un libro, escrito a máquina tras la segunda guerra mundial, que comienza diciendo: "Ésta es la obra que yo, Pasquale Pisapia, he copiado a mano del manuscrito de Leonardo da Vinci que se conserva en el Hermitage de San Petersburgo".

Sin embargo no se conoce al tal Pasquale y los responsables del Hermitage niegan poseer tal manuscrito. Verdad o leyenda, el tema del libro está de acuerdo con hechos de la vida de Leonardo que se conocen por otras fuentes y lo divertido de su lectura hace que hoy lo traigamos aquí.

El arte de Leonardo da Vinci nunca dejará de sorprendernos. Empiezas a conocer a este magnífico personaje primero por sus cuadros, que te dejan con la boca abierta y se te cae la baba antes esas pinturas, que por muy artista del pincel que seas a su lado no eres más que un niño haciendo garabatos con un plastidecor.
Después descubres que además era un lince inventando armas mortíferas y tácticas de guerra, se te quedan los ojos como platos cuando ves que inventó una ametralladora, un protohelicóptero, un carro de combate y hasta un submarino. Pero luego vas y descubres que también escribió recetas de cocina. Aquí dices, después de lo anterior no me voy a sorprender más… ¿Pero y cuándo lees su libro de recetas y descubres que en las anotaciones al margen hay todo un catálogo de normas de protocolo en la mesa, incluyendo, dónde sentar a un asesino? Ya no te quedan bocas ni ojos para abrir como platos, sólo te queda adorar a esta criatura de la naturaleza (no me atrevo a decir humana) y besarle los pies si fuera posible.
El llamado recetario de Da Vinci es el Codex Romanoff, escrito aproximadamente en 1490. En esta obra aconseja, en una anotación a margen de página, el noble arte de sentar a un asesino sin saltarse el protocolo que en toda buena mesa debe regir. Cito textualmente porque yo me quedo sin palabras:

Norma 1. Cómo sentar a un asesino a la mesa. (El orden de las normas de protocolo es cosa mía, no aparecen así en el Codex):

“Si hay un asesinato planeado para la comida, entonces lo más decoroso es que el asesino tome asiento junto a aquel que será el objeto de su arte, y que se sitúe a la izquierda o a la derecha de esta persona dependerá del método del asesino, pues de esta forma no interrumpirá tanto la conversación si la realización de este hecho se limita a una zona pequeña. En verdad, la fama de Ambroglio Descarte, el principal asesino de mi señor Cesare Borgia, se debe en gran medida en su habilidad para realizar su tarea sin que lo advierta ninguno de los comensales y, menos aún, que sean importunados por sus acciones. Después de que el cadáver, y las manchas de sangre, de haberlas, haya sido retirado por los servidores, es costumbre que el asesino también se retire de la mesa, pues su presencia en ocasiones puede perturbar las digestiones de las personas que se encuentran sentadas a su lado, y en este punto un buen anfitrión tendrá siempre un nuevo invitado, quien habrá esperado fuera, dispuesto a sentarse a la mesa en ese momento”.

Que el asesino se retire una vez hecho su trabajo me parece todo un detalle por su parte. Con qué cara sigues tú comiendo el pastel de oveja a las finas hierbas con testículos de cordero en crema fría (una receta del propio Leonardo) si tienes a tu lado al asesino. Primero, ¿de qué hablas con él?, y segundo, si no se ha ido es que tú eres el siguiente. No hay bicarbonato para garantizar esa digestión. Aunque ahora nos parezca extraño, tener a un asesino en la mesa y que de repente desaparezca el señor que te iba a pasar la sal, en el Renacimiento estaba a la orden del día. 


Ni que decir tiene que Leonardo estaba en todo y tenía hasta una receta para quitar las manchas de sangre del mantel sin tener que cambiarlo, porque eso era muy molesto para los comensales, bastaba con frotar la mancha con una col previamente sumergida en agua templada. Pero sus normas de protocolo no terminan aquí. Leonardo también tiene el honor de ser el inventor de la servilleta, por una curiosa costumbre que tenía su señor que al gran sabio molestaba muchísimo. Y es que su señor, Ludovico Sforza “el Moro”, ataba conejos a las sillas de los comensales para que los usaran de servilleta y no le mancharan el mantel: “La costumbre de mi señor Ludovico de amarrar conejos adornados con cintas a las sillas de los convidados a su mesa, de manera que puedan limpiarse las manos impregnadas de grasa sobre los lomos de las bestias, se me antoja impropio del tiempo y la época en que vivimos. Además, cuando se recogen las bestias tras el banquete y se llevan al lavadero, su hedor impregna las demás ropas con las que se lava.”

Me surgen dudas, ¿los conejos estaban vivos durante la comida?, porque supongo que después de tirarlos al lavadero con el resto de la ropa, los animalitos muy animados no debían estar. Si los lavaban, es que volvían a usarlos ¿Vivos o muertos?. Y lo que es más, ¿no podían usar dos pilas distintas, una para los conejos y otra para la ropa?. Afortunadamente para los pobres conejos, inventó la servilleta. Pero los conejos no eran el único problema en una época en la que se comía con las manos. Da Vinci prosigue:

“Tampoco apruebo la costumbre de mi señor de limpiar su cuchillo en los faldones de sus vecinos de mesa. ¿Por qué no puede, como las demás personas de la corte, limpiarlo en el mantel dispuesto con ese propósito?”

Afortunadamente no todos en la corte era tan guarros, Leonardo alaba las buenas maneras de la esposa de Ludovico, Beatriz D´Este, junto a ella los comensales eran felices por tener sus faldones limpios:

“Mi señora Beatriz tiene costumbres más delicadas: usa guantes blancos en sus manos y se los cambia tres veces en cada comida. Yo desearía que todos fueran como ella”.

Los conejos también lo desearían. Pero… ¿los guantes los lavaban en la misma pila que los conejos?

Norma 2. Cómo sentarse a la mesa.

Parece una tontería, pero no es así. Hay gente que el “siéntate en la mesa” se lo tomaba de forma literal.

“Ningún invitado ha de sentarse sobre la mesa, ni de espaldas a la mesa, ni sobre el regazo de cualquier otro invitado. No poner una pierna encima de la mesa. No sentarse debajo de la mesa en ningún momento”.

Resto de las normas de protocolo o cómo no hacer de la comida un infierno al resto de los comensales:

Sé que cada una merece un espacio a parte, pero me voy a limitar a enumerarlas, porque no tienen desperdicio.

“No poner la cabeza sobre el plato” (¿Lleno o vacío?).

“No tomar comida del plato de su vecino de mesa a menos que tenga su conocimiento” (Así no te gorronean la patata más rica que te habías guardado para el final).

“No poner trozos de su propia comida, o a medio masticar sobre el plato de sus vecinos” (Son lentejas, si quieres las comes y si no las dejas, pero en tu plato).

“No enjugar el cuchillo en las vestiduras de su vecino de mesa” (Para eso están los manteles o los conejos).

“No utilizar su cuchillo para hacer dibujos sobre la mesa” (Si te aburres te compras un mono o juegas con el conejo).

“No coger comida de la mesa y guardarla en su bolso o faltriquera para comerla más tarde” (Veo que esta costumbre sigue vigente).

“No ha de escupir ni hacia delante ni hacia los lados” (Supongo que hacia arriba tampoco).

“No ha de pellizcar o golpear a su vecino de mesa”. (Hay veces que se lo buscan).

“No ha de prender fuego a su vecino de mesa, mientras esté en la mesa” (Total, que no te dejan divertirte).

“No ha de poner los ojos en blanco, ni caras horribles, ni cantar o vociferar, ni hacer ruidos o bufidos” (Lo dicho, no te dejan divertirte).

“No cantar ni proponer acertijos obscenos si está sentado junto a una dama” (Oro parece…).

“No ha de dejar sus aves sueltas sobre la mesa”. (Si te traes la gallina la atas junto al conejo).

“Ni tampoco serpientes ni escarabajos”. (No dice nada de cucarachas).

“No tocar el laúd o cualquier otro instrumento que pueda ir en perjuicio de su vecino de mesa (a menos que mi señor así se lo requiera)” (Total, que como te toque un anfitrión graciosito, te dan la cena y con el laúd en la cara).

“No ha de poner el dedo en la nariz ni en la oreja mientras está conversando” (Nada de sacarse mocos, porque seguro que se los pegas al vecino en el faldón).

“No ha de conspirar en la mesa (a menos que lo haga con mi señor)” (Déjalo para los postres).

“No ha de hacer insinuaciones impúdicas a los pajes ni jugar con sus cuerpos” (Esta es buena, si es que van provocando con esas mallas ajustadas).

“No ha de golpear a los sirvientes a menos que sea en defensa propia” (¿En esta época todos eran unos cafres?).

“Si ha de vomitar, debe abandonar la mesa” (No vomites en tu compañero y luego te limpies con el conejo).

También hay que agradecer a Leonardo da Vinci la invención del tenedor de tres picos. No lo inventó para que la gente no comiera con las manos, sino para comer los espaguetis, porque entre sus inventos de artefactos está la máquina que convierte la lasaña en espagueti. Entre otras el pela-ajos, la picadora de vacas (enteras), la máquina de cazar ranas, o la más práctica alarma anti-incendios de cocina. De igual manera le debemos el invento del sándwich, que él llamó “pan con sorpresa”:

“Ciertamente, se podría disponer toda suerte de cosas entre los panes: ubres, testículos, orejas, rabos, hígados. Los comensales no podrán observar el contenido al entrarle con sus cuchillos. Lo llamaré, por esta razón, pan con sorpresa.”

Con todo esto te dan varias cosas que pensar: que el asesinato era como comer pipas en aquella época, que el de asesino profesional era un muy noble arte y que de haberte tocado vivir en el siglo XV debías pensar más de dos veces si asistir o no a un banquete.

Pero no sólo es importante dónde sentar al asesino. Leonardo también indica dónde deben sentarse invitados leprosos, con pústulas, llagas o deformes. Los últimos, lo más lejos posible del señor, a no ser que sean enanos, entonces deben sentarlos cerca porque al señor le hacen mucha gracia. A los leprosos se les sienta aparte (a no ser que sean parientes de obispo), en una mesa de madera tosca, así como las sillas, platos y cubiertos, para quemarlos después. Se le asignarán unos sirvientes para ellos solos. A estos sirvientes, una vez acabada la comida, se les despide por un espacio de 30 días, pasados los 30 días pueden volver los que no se han contagiado. Los otros no vuelven.

Y ahora nos quejamos y nos entran los nervios cuando nos invitan a un banquete. El problema es si el traje de cóctel es llevar una gamba de broche y el peligro partirte una pierna con los tacones de aguja porque no sabes si puedes llevar zapato plano. Cuándo hay que ir de largo, cuándo de corto, cuándo “casual” (¿casualmente lo primero que encuentres en el armario?) y qué pan es el tuyo, si el de la izquierda o el de la derecha. Los banquetes de antes eran otra cosa.

Espero que haya quedado claro y todos hayamos aprendido a comportarnos en las cenas de empresa, comidas familiares de compromiso, reuniones amistosas de compromiso y el cumpleaños de la suegra. ¿O mejor no?.

De "Tejiendo el mundo, tantas cosas por contar y sólo una vida para hacerlo”. Tejido por Angelika. Notas de Cocina de Leonardo de Vinci. Codex Romanoff.

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