miércoles, 3 de noviembre de 2010

LOS POLÍTICOS Y LAS CUALIDADES PARA SERLO.

A mí los protocolos no me van. ¡La de veces que he oído esta frase! Y puedo afirmar y afirmo –emulando al querido Duque de Suárez en su etapa de Presidente- que siempre procede de personas que tienen una idea equivocada de qué es protocolo. Y sinceramente, me molesta. 

El protocolo es la manera de ordenar los actos de la vida para que resulten más eficaces y agradables, y en consenso con el entorno. Punto. Nada más. Y ahí entra la rutina diaria de aseo cuando nos levantamos, nada más eficaz y agradable hecho con el debido orden; pasando por el dígame cuando descolgamos el teléfono o la elaboración de un proyecto urbanístico, y llegando hasta la organización de un congreso internacional. Los actos separados van in crescendo hasta conjugarse de manera armoniosa y hacernos alcanzar el fin que pretendíamos con el equilibrio debido y el resultado esperado.

Si eso lo trasladamos al comportamiento personal, añadimos conceptos menos técnicos pero sí mucho más humanos:  

La urbanidad, que es el conjunto de reglas escritas o no escritas de las que se dota la sociedad para regular las relaciones entre sus individuos.

La cortesía, que es la demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene una persona a otra.

Urbanidad y cortesía, pilares en el trato con los demás que se podrían enmarcar  a su vez en dos consideraciones esenciales como son las cualidades personales que uno tiene y las formas con las que nos comunicamos con los demás.

¿Cuáles son esas cualidades y esas formas que ayudan al trato social?: 

Integridad, que denota la rectitud e intachabilidad en el comportamiento.
Generosidad, es la oposición al egoísmo y es el fruto de la bondad.
Honestidad, que implica la decencia, la justicia y la honradez.
Templanza, necesaria para saber controlarse y expresarse de forma adecuada, elegante y educada en situaciones tensas.
Humildad, que proporciona de forma vigilante el reconocimiento de las propias limitaciones y debilidades y la capacidad de reconocer los valores que poseen los demás.
Prudencia, evitando gestos o comentarios que puedan  molestar o resultar inoportunos.
Serenidad, permite acertar prudentemente en nuestro comportamiento.
Saber escuchar, importante para poder mantener una conversación.
Comprensión, facilita pasar por alto de manera elegante equivocaciones ajenas, sin darles demasiada trascendencia.
Discreción, cualidad que no tiene precio. Consiste en no revelar, a quien no se debe, asuntos que se conocen por la profesión o situación en la que uno se pueda encontrar, y es el pilar fundamental de la amistad.
Optimismo, actitud que en determinadas situaciones, hacen fácil y agradable el trato social.
Amabilidad, logra que las personas que tiene alrededor, se encuentren a gusto, encontrando las palabras oportunas.
Empatía, sentimiento o emoción que nos permite identificarnos mental y afectivamente con el otro.

Poniendo en práctica esas cualidades y esas formas, conseguiremos algo muy poco habitual: el destacarnos de forma que se nos tenga en cuenta, se nos respete y se desee nuestra presencia.

En resumen, el que seamos capaces de actuar con soltura en cada ocasión, el atender dignamente a las personas y estar a la altura de las circunstancias en los distintos tipos de relaciones, es algo que no se improvisa, que no se adquiere de la noche a la mañana, sino que se posee en esencia y se va desarrollando y perfeccionando a través de la vida.

La pregunta es ¿tienen nuestros políticos esas cualidades?. En los últimos meses hemos ido conociendo actitudes, comportamientos, conversaciones… en las que se evidencia el talante y el estilo de personalidades públicas, sean políticos o no. Y en el propio Facebook, convertido en un instrumento de cercanía con el ciudadano, estamos viendo el talante con el que algunos politiquillos tratan a los ciudadanos que les interpelan, así como la elegancia y disponibilidad permanente de otros.

Los políticos adaptan con frecuencia su comportamiento a la necesidad concreta en la que se encuentran. Eso en principio es bueno. Significa adaptabilidad, mano izquierda, y en muchas ocasiones, priorizar el bien general en lugar del particular. Y para eso, muchas veces han de bregar con verracos o impresentables sin que éstos perciban hostilidad. 

Es necesaria mucha inteligencia y templanza para permanecer impoluto en el mundo de la política. Y desgraciadamente, muchos de nuestros políticos no poseen ni una cosa ni la otra. Éstas se demuestran en el día a día y se consolidan a lo largo de una trayectoria personal y de trabajo.

Es mirando a largo plazo cuando sabemos si un político es lo que dijo ser. Y se puede grabar a fuego su honestidad cuando después de abandonar su cargo, se transforman en amigos aquellos ciudadanos a los que sirvió en su etapa pública. ¿Cuántos políticos son recordados con afecto y respeto por los ciudadanos después de esa etapa?

He conocido no muchos, pero sí los suficientes políticos para poder aseverar que de los que ahora tenemos, tal vez el 10% pasen a la categoría de “fue un buen…” El otro 80%, la única cualidad de la que pueden presumir es la de haber sido un aprovechado, que según la RAE aplicado a una persona significa que saca beneficio de las circunstancias que se le presentan favorables, normalmente sin escrúpulos y en provecho propio.

Como explica brillantemente Clara Gil, "lo único que distingue a un político de aspirante a electo es el jefe que tienes. A partir de ser elegido, tus jefes son todos los ciudadanos que te han elevado a tu acta de edil, a ellos les debes tu trabajo y tu trabajo es el de servirles a ellos. Compórtate, por lo tanto, con cada ciudadano con la humildad con la que se trata a un superior. Si tienes la responsabilidad de gestionar un área piensa que cada céntimo que gastas es el dinero de cada uno de los ciudadanos. Ten tu despacho abierto siempre, pues el Ayuntamiento es la casa del Pueblo y tú eres su representante, el nexo de unión entre la ciudadanía y el Estado.

Ya no te representas a ti mismo, estás representando a un Consistorio que trabaja bajo las directrices de un partido al servicio de los ciudadanos, con lo cual, no actúes por libre, sigue la estrategia elaborada por el equipo de gobierno y representa con orgullo los principios que te han llevado a aceptar el cargo.  Y ¡suerte!, a partir de ahora, debes tener templanza pues todos tus movimientos serán analizados, y como tu cargo no es de por vida, sigues siendo un candidato”.

Así que volviendo al principio, ¿qué políticos conocen de verdad qué es el protocolo?  ¿Han sido capaces de ordenar los actos de su vida para que resulten más eficaces y agradables, en consenso con el entorno? 

En Alicante los hay, yo conozco al menos a tres.

4 comentarios:

  1. Gracias por la mención Charo, me encanta tu blog.

    Un abrazo,

    Clara Gil

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Clara, un honor que te pases por aquí.
    Un abrazo,
    Charo.

    ResponderEliminar
  3. Interesante Blog Charo. Enhorabuena.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  4. Gracias Argy, me alegro mucho de que te guste y espero tus opiniones!!
    Saludos.

    ResponderEliminar

¿Quieres dejar tu comentario? Pincha aquí.