sábado, 6 de agosto de 2011

EL ABANICO MASCULINO.

El Príncipe Felipe, en los toros.
En estos días de calor, suelo robarle algún abanico a mi mujer y utilizarlo allá donde estoy. La gente me mira como a un bicho raro, y luego sonríen. Yo creo que piensan que soy gay, aunque no me parece a mí que sea amanerado o al menos a mi mujer tampoco se lo parece. ¿Tan extraño es que un hombre use un abanico? ¿Está mal? Ernesto, Ciudad Real.

Hola Ernesto. En absoluto está mal, aunque es poco habitual. Y para que nos demos cuenta de cómo las modas influyen en las costumbres (o viceversa), fíjese que el abanico en la antigüedad se usaba entre los nobles e importantes, y en China por ejemplo, los mandarines mandaban hacer una funda de marfil para guardar dentro el abanico y llevarlo colgado de su cinturón.

Parece que la primera representación visual del abanico está en el Asmolean Museum de Oxford, y se trata de dos esclavos que portan sendos flabelos, que agitan suavemente sobre la cabeza del Faraón Narmer (3000 ac), no sólo para refrescarlo sino también, y seguramente como primer uso, espantarle los insectos que  en aquella época debían ser abundantes y muy cansinos.

Y como no podía ser de otra manera, los griegos y los romanos lo tenían como complemento imprescindible.

En sus orígenes, los abanicos no se plegaban como los conocemos ahora, sino que eran rígidos y en su elaboración priorizaba la seda, la palma, y las plumas.

Aquí en España, abanicar al Rey era un privilegio reservado para los nobles, de tal forma que quienes lo portaban se denominaban "el que lleva el abanico". Esto se atestigua en la biografía de Pedro IV de Aragón (Siglo XIV), y por ejemplo, entre los bienes de la Reina Juana la Loca, y fue uno de los obsequios que Cristóbal Colón le trajo a Isabel la Católica en uno de sus primeros viajes de vuelta.

Isabel de Wittelsbach,  Sissi, Emperatriz de Austria y Reina de Hungría
Por su parte, la Emperatriz Sissi, dentro de las excentricidades de su particular carácter, y llegando a los 40 años, no soportaba que nadie la retratase o la fotografiara, por lo que siempre llevaba consigo un velo azul,  una sombrilla y un gran abanico de cuero  para cubrir su cara si eso sucedía. 

Un poquito más tarde, los hacendados y terratenientes de Cuba, a donde llegó el abanico de mano de los nobles que llegaban allí desde España, guardaban el abanico en la caña de sus botas, y su uso era normal tanto entre hombres como en mujeres, llegándose a elaborar un sofisticado lenguaje con el que las mujeres transmitían sus intenciones y emociones.

Si se da una vueltecilla por las tertulias de la Generación del 27 (García Lorca, Vicente Aleixandre, Alberti, Cernuda...) todos usaban el abanico, por lo que se convirtió en un objeto ligado a la intelectualidad y el pijerío.

Si le apetece ahondar, en www.todoabanicos.com encontrará información sobre la historia del abanico mucho más extensa, y especialmente algo muy interesante, que es una descripción de las partes en que se compone o divide esta bonita pieza. 

Es verdad que ahora se utiliza poco por parte de los hombres e incluso por parte de las mujeres, debido seguramente a la moda más que al hecho de que sea un objeto poco práctico. Lógicamente, el abanico tiene un mayor uso en los lugares más calurosos, lo que también les otorga un mayor conocimiento de su uso, y de cómo debe ser en cuanto a materiales, tamaños...

Digamos que el abanico de un hombre debe ser lo suficientemente grande para que sea práctico pero al mismo tiempo lo suficientemente pequeño para poder guardarlo en el bolsillo interior de la chaqueta. Será de colores oscuros, y sin adornos ni dibujos. Lo moverán sin aspavientos y sujetándolo con el índice y el pulgar, cerca del cuello más que del pecho, en el que no se golpearán en ningún caso.

Karl Lagerfeld
En ciudades como Sevilla, es tradicional que el abanico lo utilicen los hombres de Feria a Feria, es decir, de la de abril a la de San Miguel en septiembre, y los más elegantes lo usan del mismo color que la chaqueta cuando van a los toros.

De modo que ha de saber, lejos de lo que les pueda parecer a los que le miran con insolencia, que está usted totalmente in y catalogado dentro del grupo de los elegantes.

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