sábado, 20 de noviembre de 2010

ELEGIR EL MENÚ.


En los grandes acontecimientos, conviene no preparar un plato que nunca hemos hecho, pues nos podemos llevar la desagradable sorpresa de que no salió como esperábamos o sencillamente no nos gusta el resultado. Sin embargo, en las ocasiones especiales nos gusta sorprender a los comensales con algo diferente a lo cotidiano. Por ello, es mejor preparar unos días antes el plato en familia, y comprobar el resultado. Eso nos servirá para ajustarlo a nuestro gusto, darle nuestro toque personal y comprobar que su sabor nos gusta. De este modo, tendremos tiempo de cambiar de opinión y preparar otras viandas si finalmente el plato elegido no es de nuestro agrado.

Elaboremos un menú que nos permita preparar la mayor parte el día anterior o por la mañana. Las ocasiones especiales debemos disfrutarlas con los invitados, no permaneciendo la mayor parte del tiempo en la cocina.

Amenizaremos la espera y llegada de todos los invitados, aprovechando al mismo tiempo para darnos el último tiempo para rematar temas culinarios en la cocina, ofreciendo un aperitivo sencillo como entretenimiento para todos. El aperitivo No deberá ser muy copioso. Algo que pueda ser cogido con la mano y que no requiera plato; entre las bebidas no serviremos nada de alta graduación. Mejor cerveza, vino y refrescos.

Es importante ver el menú en su conjunto, para no marear excesivamente el paladar con sabores muy contrastados. Por ejemplo, no convendría preparar un entrante a base de crustáceos de sabor potente (gambas plancha, pulpo a la gallega…) para continuar con un plato principal de carne con una salsa a base de manzanas o frutos secos, y terminar con un postre de chocolate. Si a esto añadimos la diversidad de bebidas (vino blanco para los entrantes de pescado, tinto para la carne y cava para el postre), sólo conseguiremos un sobre exceso de sabores que se superpondrán unos a otros impidiendo disfrutar del gusto auténtico de cada plato. Lo ideal es elegir sabores suaves para los entrantes, un sabor fuerte para el plato principal, y un sabor fresco para el postre, e intentar que la comida guarde una coherencia.

El postre es el colofón que cierra una buena comida. Si la comida ha sido densa, debemos elegir un postre ligero, y al revés. Elijamos también algo que no nos obligue a terminar su preparación en ese momento, para evitar permanecer mucho tiempo en la cocina y hacer esperar excesivamente a los comensales.

Algo importante si cocinamos con vino, es elegir uno bueno. No es coherente usar un vino de poca calidad en un guiso con ternera gallega o cerdo ibérico ni elegir una guarnición de buena calidad y usar un vino de tetrabrick para el mismo guiso. Del mismo modo, cuando los guisos precisen brandy o similares, los elegiremos de buena calidad.

Respecto a las reglas generales para los vinos, destacamos las más importantes:

  • No se puede servir un vino blanco después de un tinto. 
  • En general los vinos tintos se sirven a temperatura ambiente siempre que ésta no sea muy elevada.
  • La temperatura máxima es 18º, pero los jóvenes pueden estar entre los 10º y 14º, ya que no tienen crianza. 
  • Los blancos y rosados se sirven entre 7º y 10 º para poder apreciar los aromas y que esté fresco. 
  • Los espumosos se sirven entre 6º y 8º. 
  • Nunca se enfría la copa, para que no se rompa el rosario ni la corona ya que no se apreciaría el bouquet.
Hay una tendencia cada vez más extendida, de beber durante toda la comida un cava seco o semi seco. Si el menú no consiste en platos de carnes muy contundentes, es una opción novedosa y agradable, que merece la pena experimentar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Quieres dejar tu comentario? Pincha aquí.