sábado, 20 de noviembre de 2010

LA MESA DE NAVIDAD.

La mesa de Nochebuena es la más especial del año, así que deseamos ponerla con más delicadeza y atención que cualquier otra. Lo primero que haremos es, en función del número de personas que tendremos a cenar, pensar y elegir el tipo de mesa según los invitados que vayamos a tener, y el menú, pues en función de eso sabremos qué elementos de la vajilla, y en qué número, y qué cesta de la compra vamos a necesitar y cómo nos vamos a organizar.

Es importante hacer una lista de invitados y fijar el número de asistentes según la capacidad del sitio donde pensemos celebrar la fiesta y según el presupuesto que queremos gastar. Caben dos posibilidades: invitar a todos a la cena, o invitar solo a los familiares más directos a la cena de Nochebuena, y luego extender una invitación a los demás familiares y amigos para una fiesta a continuación de la cena.

Es conveniente enviar invitaciones (del modo apropiado según de quién se trate, es decir, teléfono, mail, carta…) a principios de diciembre, detallando el horario, el lugar y pedir confirmación de asistencia antes de una fecha específica - el 10 de diciembre por ejemplo-. Esto le dará tiempo para realizar todas las compras necesarias.

Teniendo en cuenta que cada comensal precisa de un mínimo de 60 cms en la mesa, tal vez sea necesario agrandar nuestra mesa. Podemos hacerlo de varias formas: uniendo otras existentes en la casa igualando su altura o anchura, poniendo un tablero sobre la mesa, que sea de tamaño mayor… todo dependerá del número de personas y del espacio que tengamos. La de sentar a los niños en otra mesa o que cenen primero, si es posible la descartaremos, pues es una noche en la que toda la familia ha de estar junta, pero naturalmente eso está supeditado a su edad.

En Navidad solemos usar la mejor vajilla, cristalería… que tenemos. Los colores por excelencia de las mesas navideñas se resumen por un lado en oro y plata, y por otro, en blanco, rojo y verde. Esto no es más que una tradición, nadie marca que el diseño de una mesa festiva de este tipo deba siempre centrarse en estas tonalidades.

La Navidad nos permite ser más atrevidos y elegir adornos más llamativos para la mesa.

La mesa en Navidad admite muchos elementos decorativos, pero hay que tener siempre presente la máxima: los adornos no deben molestar ni incomunicar a los comensales.

Los centros de flores o frutas, y los candelabros o las velas con adobe y agua son opciones muy bonitas.

Las cestas de granadas, piñas, uvas; poinsetias, acebos, hojas, ramas secas o frescas, nueces, castañas...

Las flores, si son frescas, no deben desprender olor.

Las velas, sin perfume, han de permanecer encendidas durante la velada y encenderse antes de que se sienten los comensales. Aquí tenéis un truco para que se consuman mucho más lentamente.

Para señalar los puestos, podemos elegir muchas ideas: el típico letrerito de buena cartulina, de colores variados y escritas con rotulador dorado o plata; una foto de cada comensal con una pincita, una frase de buenos deseos personalizada… etc. Podemos pedir a alguno de los niños mayorcitos que nos los haga, seguro que participarán con gusto y el resultado será entrañable para todos.

Para el mantel podemos atrevernos con la mezcla de tejidos, texturas y colores. Un mantel de terciopelo, un camino de mesa de seda, servilletas de algodón estampado, pétalos de flores esparcidos por la mesa… Las telas para una estupenda mesa son el organdí o hilo, las gasas, los tules e incluso el lino o el algodón y el raso, son siempre las más utilizadas para cubrir las mesas festivas de Navidad. Las cintas de regalo, marcando caminos en la mesa son una estupenda opción de adorno barato y muy lucido. Además las podemos combinar en cuanto a colores y tamaños consiguiendo una estética muy elegante y original.

Lo que sea con tal de dar ese toque barroco a una mesa que se lo merece. Un detalle especial pueden ser unos grandes candelabros de cristal de varios brazos.

Si la mesa no nos permite muchos adornos, podemos utilizar el techo. Unas ramitas, guirnaldas, lazos navideños, grupos de bolas… pinchados en el techo sobre la mesa le darán un aire original. Las sillas son otro elemento a decorar; cubrirlas con tela a juego con el mantel, atadas con lazos en la espalda o un ramillete de pino…

Para resaltar la decoración de las recetas se puede poner una vajilla diferente para el primero y el segundo plato, que nos puede solucionar además el no tener suficiente con nuestra vajilla y no encontrar otra igual. Resalta mucho el poner los platos en un tono crudo y contrastarla con diferentes tipos de individuales o bajo-platos, que podemos hacer con papel de regalo de Navidad. Los recortamos con forma de estrella, de corazón, ondulados, o simplemente redondos.

En caso de utilizar algún sistema "casero" de orden, habitualmente se aplica la precedencia por edad, es decir, primero colocaremos a las personas de mayor edad, a quien podemos cederles el puesto de honor en esta noche (la derecha del anfitrión) y luego en orden descendente al resto de invitados hasta llegar a los de menor edad. Aplicando este orden es normal ver a los abuelos, a los padres, a los hijos y a los nietos agrupados.

Siendo funcionales, en vez de mezclar hombres y mujeres trataremos de hacer más "práctica" la colocación. Los más pequeños al lado, al menos, de uno de sus padres para tenerles mejor controlados. Los mayores sin niños, podemos colocarles por razones de cercanía o amistad. Los que mejor se lleven juntos, y los que peor se lleven, lo más separados posible. Hay que tener la fiesta en paz, que con dos copitas de más se pueden decir muchas tonterías y provocar una buena riña que no viene al caso, y menos en fechas tan señaladas como la Navidad.

En cualquier caso, decidiremos el mejor orden que haga sentirse cómodos a los comensales. El único objeto de ordenar la mesa, es por un lado dar un toque especial a la celebración y por otro evitar el rato temido de “¿yo dónde me siento?”.

Los platos se irán retirando en su tiempo. No se han de ordenar los desperdicios en la mesa, ni verterlos en uno de los platos, ni se apilan los mismos ni se agrupan los cubiertos para llevarlos a la cocina. Se recogen plato a plato con sus cubiertos sobrantes y se llevan a la cocina, en la que no nos pondremos a organizar la fregaza sucia. Habremos previsto que el lavaplatos o el fregadero esté despejado y solucionaremos eso al final de la cena en la medida justa, y/o con la ayuda de aquellos invitados que se ofrezcan sólo en el caso de que se trate de familia o amigos de mucha confianza.

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