Pues sí. Y la expresión no es mía, sino de uno de mis alumnos en el Ciclo Formativo "El Manual de Estilo de tu Empresa", que he tenido el gusto de impartir en el Centro de Emprendedores de Alicante.
El penúltimo módulo del Ciclo es el de Imagen y Etiqueta Personal. Para llegar a éste, hemos pasado previamente por imagen corporativa, las precedencias en la empresa, sus documentos, sus actos más habituales, etc.
Las conclusiones sobre el Ciclo han versado sobre la constatación de que la información y formación sobre los aspectos legales, fiscales, comerciales... que se ofrecen hoy dia al emprendedor es extensa y muy buena, pero ¿dónde está formación e información sobre los recursos personales, sobre el dominio de las habilidades sociales, sobre la imagen personal, el saber sentarse a la mesa, saludar, presentarse...?
Y me han acabado pidiendo que incluyera en la medida de lo posible, un tiempo dedicado al protocolo social, a enseñarles toda esa serie de cosas que les dan seguridad en la forma de actuar, que les proporcionan armas para desenvolverse en los actos sociales y empresariales en los que se ven envueltos, y en definitiva, qué se hace con el pan, qué se hace con el hueso de la aceituna y cómo se estrecha correctamente la mano cuando se presentan o les presentan, para no parecer un empresario cateto.
Esto para mí ha sido una alegría, pues viene a confirmar lo que otro alumno, que estudia su último año de ingeniería, me dijo también: nos enseñan a desarrollar el proyecto, pero no a saber presentarlo.
La expresión verbal, la voz, la entonación, el timbre, la oratoria, la compostura personal, la autopresentación, no se enseña en la Universidad. Conocedores de la importancia de saber vender el producto, no se aprende a, junto a él, vender a quien lo elabora. Grave error.
Un emprendedor que quiera progresar en la materialización de su idea de negocio, no sólo tiene que conocer los mecanismos comerciales, también ha de conocer y dominar las habilidades sociales que le garantizan la guinda a su proyecto.
Es como en los centros escolares. En los últimos años comienzan, de nuevo, a echar de menos las clases de cortesía, de relación personal positiva, de respeto al otro... frente a las aulas de informática y de tabaco.
Es satisfactorio, pero aún nos queda mucho. Siempre he defendido que el protocolo busca como norma fundamental la armonía: todo cuadra, todo encaja, todo sale. Pues eso hemos de potenciar en el emprendedor: la armonía.
Armonía entre lo que sabe, lo que es, lo que se ve, lo que hace y lo que dice.
Y al hilo de esto recuerdo ese viejo chiste, en el que hay dos esculturales señoras en un baile muy glamuroso, a las que se acerca un señor para entablar conversación. Una de las señoras, la más espectacular, no dice nada. El señor, intrigado, le pregunta:
- Y usted, ¿no dice nada?
A lo que la señora con voz chillona responde:
- ¿P'aqué, p'acagal-la?.
Conclusión: el protocolo elimina el factor cateto de las técnicas de marketing.
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