lunes, 22 de noviembre de 2010

LOS BYB (BÚFALOS Y BISONTES) EN EL TRABAJO.

Búfalo Bill debería haberse llamado en realidad Bisonte Bill. Cuando los colonos llegaron a América, se encontraron con una bestia parecida a los búfalos, y con esa osadía que da la ignorancia y la prisa, decidieron llamarlos así. Pero en realidad eran bisontes. 
 
El problema radica en que el búfalo cafre (syncerus caffer) habita originariamente en África y el búfalo indio (bubalus bubalis arnee) lo hace tranquilamente en Asia. Pero el auténtico bisonte (bison bison) vive y pasta también tranquilamente en América del Norte.
 
Ambos, búfalos y bisontes son parientes, de la misma familia, la bovidae, que incluye a más de 100 especies de mamíferos con pezuñas, entre los que están sus primos hermanos los antílopes, las gacelas, el ganado vacuno, las ovejas y las cabras.

Así que venimos a deducir que búfalos y bisontes, a la vista de los colonos americanos, eran la misma cosa pues se parecían muchísimo. Sin embargo, hay unas diferencias sustanciales entre ellos, que apreciaríamos inmediatamente si los tuviéramos juntos delante de nosotros.

El búfalo cafre es básicamente holgazán. Pasta por las praderas y sabanas africanas y sobre la cabeza lleva como un escudo del que le brotan los cuernos.

Pero para cuernos, los del búfalo indio. De tamaño descomunal, forman como una luna creciente sobre su cabeza y entre sus puntas puede haber una distancia de hasta 180 centímetros. Pero al contrario de otros cuernos, los del búfalo indio no son sólo para que se vean bien y clavarlos a quien le ataque, puesto que, como habita en los pantanos, los usa mucho más para recoger el lodo y echárselo a la espalda.

¿Y esto qué tiene que ver con este blog dedicado al protocolo, el saber ser y el saber estar?
Pues que si miramos a nuestro alrededor, todos, (y especialmente en algunos lugares de trabajo), nos encontramos con búfalos cafres que no pegan ni golpe y su escaqueo lo disfrazan de agotadoras sesiones de trabajo, que describen como polifuncionales, pues su entrega y dedicación les hace exultantemente responsables, pero que, a la hora de hacer las operaciones matemáticas que debieran demostrar tal capacidad sin límites, el resultado da =casi cero. Es decir, pastan sobre el trabajo y se esconden bajo su escudo protector sacando sólo los cuernos a quien ose hacerles interpelación o alegue no encontrarlos nunca donde dicen que anduvieron.

Los búfalos indios son también muy comunes. Tienen tanta capacidad de echarse lodo a la espalda sin inmutarse, que necesitan que sus cuernos estén muy separados para que les quepan los fardos entre ellos.

Y por supuesto, están las gacelas, esas que andan de puntillas sobre sus pezuñas y tienen una habilidad insultante para escabullirse de cualquier marrón con inusitada velocidad. De los antílopes, sólo diré que tienen los cuernos huecos…

Y nos queda el ganado vacuno, las ovejas y las cabras. No añadiré descripciones porque seguro que a usted le acaba de venir alguien a la cabeza…

Pues para lidiar con estos bovidaes, es necesaria una templanza, gallardía y paciencia extraordinarias. Los bovidaes sirven para educar nuestro carácter, hacernos hombres y mujeres, amaestrar nuestra ira y por eso, hemos de contemplarlos como seres necesarios para poder medir los límites entre lo positivo y lo negativo. Es decir, colaboran activamente en el entrenamiento del autocontrol, del saber ser y del saber estar.

Es importante que, si te los encuentras cara a cara, nunca bajes los ojos. Has de mirarlos fijamente a los suyos y cual Bush padre en campaña electoral, señalando tu boca con tu índice, dirás pausadamente, “read my lips: no more taxes”. O lo que es lo mismo en este caso y aplicado a la circunstancia, “lee mis labios: no me engañas”. 
 

1 comentario:

  1. Definitivamente, me quedo con los lobos...
    Líbrenos la vida de los bovinos y sus corrales.
    Un artículo genial. Me ha encantado.
    Besitos.
    lobaazul

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